Dicen que recordar es volver a vivir y, son nuestras vivencias, las que determinan lo que somos. Afortunadamente para mí, tengo la suerte de tener muy buena memoria y hay acontecimientos que me han marcado de una forma muy especial.
Por mi ceguera de nacimiento, tuve que educarme en colegios especiales de la ONCE y fue allí donde, además de cursar estudios ordinarios, comencé a formarme como músico. Empecé estudiando solfeo y piano y me apunté al coro y a la Tuna, en la que tocaba la guitarra. Recuerdo la ilusión que me hacía ir a las clases con la Tuna y el festival que se celebraba a final de curso en el que tocábamos lo aprendido a lo largo de toda la temporada.
Tengo el orgullo de haber sido tuno en la época en la que estaba naciendo mi trayectoria vital como músico y estoy en disposición de asegurar que la Tuna ha sido un pilar fundamental en la configuración de mi “YO” como artista.
Para mí la Tuna representa una filosofía basada en valores troncales que reflejan la esencia pura de la vida en su máxima expresión. Valores como: constancia, esfuerzo, superación, tenacidad…, entre otros, aderezados con grandes dosis de alegría, optimismo, vitalidad y energía positiva, hacen que, como bien definió Don Francisco de Quevedo, el arte del tunar y cantar represente la tradición que contribuye a la educación cultural que la música nos transmite transgeneracionalmente.
Es un honor para mí recibir esta exquisita distinción de “Gran Maestre” que, en su 28ª edición, me otorga el Certamen Internacional de Tunas del Barrio del Carmen. Mi agradecimiento más sincero por haberme honrado con tan preciado galardón.