Perteneciente a una familia musical. Este Gran Maestre, desde sus primeros recuerdos, tiene en las estanterías de Ritmo en la murciana Calle Sociedad discos de todos los tipos y géneros, entre los que se encuentran los de la Tuna, lógicamente.
Mi padre y sus hermanos pusieron en años de postguerra una tienda en la que empezaron a vender instrumentos, partituras y, más adelante, discos, tocadiscos… y hasta televisores y frigoríficos en los años 60.
Fundamentalmente en Ritmo se vendieron discos, muchos discos. De aquellos discos, salieron la comida familiar diaria y hasta el progreso económico y decente bienestar de la época. El coche que empezó en una ranchera Morris compartida con mi tío Manolo -el que da nombre al Conservatorio-, para pasar a un 600 para nosotros solos (El Cochito) y más adelante, el 850, el 124 y el postrer Supermirafiori; siempre leales por criterio paterno a la marca nacional Seat. Todo eso, los estudios y hasta los preparativos de boda, salieron de la venta de discos, discos, discos…
Y ¿qué sabía yo de la Tuna en mi tierna infancia?. Poco o casi nada. Me dijeron que eran “andariegos, pillos y enamoradizos”… algo de eso hay.
El “Tunerío” ha sido página de oro en la literatura y la música de la historia de España. Es por eso, que solamente se ha hecho justicia al otorgar a este Certamen el emblema de “Marca España” que os adorna con merecimiento.
No cabe en mi cabeza una noche de farra sin guitarra, algún laúd, pandereta y bandurria. No concibo en el Tenorio, un comienzo de función sin tunos en las fiestas de carnaval de la sevillana Hostería del Laurel en el Barrio de Santa Cruz. Y hubiera sido imposible ver amanecer en el centro de Murcia, en mi época “crápula” -que la hubo-, sin estar rodeado de estas tiernas criaturas de Distrito, Medicina, Derecho y otras formaciones tunantes. Con ellos hice mi inmersión musical en canciones de tuna, de cantautores sudamericanos comprometidos, de fados… Con ellos trasegamos vinos y destilados a mansalva, que uno no se explica -ni la ciencia tampoco- cómo aguantaron nuestros cuerpos y no pegamos el reventón… aunque cierto es, que alguno, lo pegó por el camino.
En fin, que sin calzas ni capa sobre los hombros, este Gran Maestre 2018 ha rondado a la Tuna. Lo cual tiene su mérito, en vez de esperar a que me ronde la Tuna a mi.
En el inicio del verano 2018, tunos amigos, me queréis distinguir y honrar con vuestro nombramiento, que acepto feliz y orgulloso, con el único deseo de estar a la altura de las circunstancias y serviros de altavoz para que más y más gente sepa de vuestro buen hacer y trabajo meritorio. Si en el camino, podemos arrearnos un par de latigazos y tener un par de ocurrencias, la jugada será completa, feliz y satisfactoria.
Aunque en los actos oficiales y protocolarios me veáis formalito, estad seguros que por dentro hay un semituno dispuesto a pasarlo bien.
Contad conmigo, camaradas.