He conocido gente con el corazón más destrozado que los edificios de Kabul. He visto a ricos que sólo tenían miseria y a pobres que regalaban riqueza a manos llenas. He sabido de gente que estaba tan sola, que su desamparo era una alimaña que mordía sus tobillos.
He conocido a gente fortificada tras el fracaso y a quien tiene tanto miedo que se arma hasta los dientes. He estado en sitios donde no había más que felicidad He mirado paisajes tan fríos como algunas personas y he tenido cuidado de no ponerme malo.
Pero también es verdad que he podido contemplar a gente que enseñaba el mundo desde la punta de una sonrisa y no me he cuidado nada.
A veces me he dejado llevar por las emociones y ese tiempo me ha salido gratis total. Otras veces he pagado un peaje muy alto por pisar de más el acelerador del corazón.
He andado descalzo por la arena del Cabo de Gata y desnudo por el corazón de mis amigos. He nadado y no he guardado la ropa. He bebido de la copa de la pena, tomando buenos tragos de momentos intensos y ricos. He estado ahí cuando he hecho falta.
Ahora abro una nueva ventana en mi vida. La de ser algo que nunca he pensado ser. Nunca fui tuno. Ni siquiera estuve alguna vez cerca de serlo. Y gracias a la locura vital de los que triscan en la Tuna de Distrito de Murcia, me veo aceptando un honor que me compromete aún más con Murcia y con su gente.
Como perro vagabundo, acepto la caricia. Como siempre he sido de buen comer, me como la timidez y el apuro y disfrutaré la distinción que me hace la gente buena.
Gracias a todos los que seguís pensando que es mejor corretear suelto aunque tengas que enfrentarte a alguna rata, que vivir con la sensación de herrumbre que da chupar el bocado que se lleva entre los dientes.